Caminantes,
Poneros cómodos y acercaros el café o el té. Comienza la conversación.
Decirme, ¿Quién no ha encontrado fotos antiguas y se ha quedado horas y horas frente a ellas? Y no, no me refiero solo a las fotos de la boda. Por alguna misteriosa razón, añoramos los tiempos pasados y nos flipa traer nuestro pasado a nuestro presente. Realmente la razón no es tan misteriosa, simplemente no sabemos valorar nuestro presente. O no lo suficiente.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
Lo siento Jorge Manrique, no te compro ese argumento.
El presente es cool, porque en el presente tenemos cosas que nos hacen felices.
Sí, habéis leído bien, he dicho cosas. Las personas también, obviamente. ¿Pero para qué negar que las cosas materiales también nos hacen felices? Realmente, es un hecho.
Al decir – o escribir- eso, muchas veces nos llevamos de vuelta un “eres un materialista” y nada más lejos de la realidad.
Quizás sea un libro, una tabla de surf, un pincel, un violín o las herramientas de jardinería y bricolaje. Qué más da de qué se trate.
Con la ropa – con nuestro calzado- más de lo mismo.
¿No os hace feliz un jersey de borreguito en pleno invierno? ¿Unos tacones monísimos el sábado noche? ¿Una americana que parece echa a medida el primer día de trabajo? ¿Unos mocasines rojo Ferrari que le den un toque de color a tu vida?
« Si usamos unos zaparos que alegren nuestra vista, nos conducirán hacia un futuro más prometedor » y no lo digo yo, lo escribe Marie Kondo con un bestseller a sus espaldas.
Es tan cierto esto como que en ocasiones creamos apegos a nuestros objetos materiales. Algunos son bonitos, pero no todos.
En ocasiones, como al hacer el cambio de armario, siento sufrir el síndrome de Diógenes.
Por si algún día esto vuelve a estar de moda
Por si adelgazo
Por si tengo otro bebé
Por si vuelven las temperaturas de la era arcaica…
Come on, sabemos que no va a pasar. Y aun así…
¿Soy a la única que le pasa?
Esto se acabó. Los japoneses, antes de empezar el año, hacen una limpieza general, y es una costumbre que deberíamos tomar.
Ya es hora de poner todo en orden; propongo empezar el año en armonía con nuestro hogar y como no, con nuestro armario.
¿Cómo?
Haciendo la prueba de la felicidad – que no la prueba del algodón.
Sumérgete en los rincones de tu casa, sí, incluso en aquellos en los que llevas años sin pisar. Sácalo todo y empieza a tomar la decisión de qué va a pasar con todo eso. No se trata de elegir qué tiramos, si no qué nos hace feliz para mantenerlo.
Coge todas las cosas. Cógelas de verdad. Siéntelas. Y escucha las reacciones de tu cuerpo ¿te hace feliz? ¿Es ligero? ¿Se te dilatan las pupilas al verlo? O por el contrario ¿se hace más pesado? Voila. Ya tienes tu respuesta.
Quiero subrayar la importancia que tiene hacer este ejercicio. Es muy necesario mantener lo que nos hace feliz, pero también dejar espacio para lo bueno, lo mejor, lo que vendrá,…
En muchísimas ocasiones guardamos cosas para que cojan polvo. Wow. Es completamente estúpido e irracional; ya no es que ocupen sitio (que también), pero además sirven para almacenar polvos, ácaros y en ocasiones hasta telas de araña.
¿Quieres eso en tu casa? Yo tampoco.
Pongámonos manos a la obra.
Lo mejor está por llegar.
Haizea de Pedro
Redactora Creativa/Copywriter
haizeadepedro@tallermocasin.com